El deporte se ha convertido en un componente principal de la nueva cultura de masas, junto con otras manifestaciones de cultura popular como el cine. En definitiva, el deporte se ha ido difundiendo en la vida social de prácticamente todas las sociedades a los largo del siglo XX, se ha convertido en una industria altamente lucrativa desde finales de dicho siglo gracias a la influencia de los medios de comunicación, particularmente de la televisión.
Por otra parte, dentro de los deportes de masas siempre encontramos un líder; el cual desde el punto de vista de la sociología: es aquel que desde la formulación de las tres áreas de Pichón Riviere (mental, psicológica y social), el triunfo es un sentimiento susceptible de ser compartido y vivido en dichas tres áreas de forma simultánea. Con lo cual, la psicología Social entenderá el triunfo como un sentimiento ligado a las aptitudes individuales más las cohesión con el resto del equipo.
En el ámbito del deporte, la figura del líder suele surgir de forma natural y, cuando no es así, la sensación es que en el grupo falta un componente necesario. El líder es algún componente del equipo que se destaca de entre los demás y, con lo cual, se hace cargo no de las personas en sí, sino de varios aspectos íntimos conscientes o no de las mismas. Nos referimos a ellos como “sus deseos”.
En todo grupo humano, tiene que haber alguien que establezca las metas comunes, indique el camino y los métodos que deben seguirse; marque los roles correspondientes a cada uno de los integrantes del grupo, active emocionalmente a los deportistas para que cumplan las metas prefijadas, y elimine los posibles problemas que puedan surgir. La figura que necesariamente debe llevar a cabo todas estas funciones es el entrenador.
Hay una característica que dentro de lo que denominamos imagen pública el líder debe poseer. Esta característica es el carisma, es decir, es la capacidad que permite que los miembros del equipo vean al entrenador como una persona cercana y como parte integrante de la vida deportiva de cada jugador.
Del mismo modo debemos destacar que al lado de la función carismática, encontraremos lo que French & Raven (1956), señalan como poder referencial. Este poder está dado por la atracción que el líder ejerza sobre el público y está netamente sostenido por las habilidades específicas como su experiencia, su nivel intelectual y su apariencia personal. Este poder de referencia efectiviza en los demás lo que llamamos identificación grupal. Es en estos casos cuando el líder llega a ser un modelo, un ejemplo a seguir del estilo más aproximado al esperado.
El ganador del premio Pulitzer, Burns (1978) con su libro “Liderazgo”, llegó a la conclusión de que el liderazgo es en general un fenómeno humano muy poco comprendido. No obstante desde el área de la psicología hemos enumerado varios factores como la iniciativa, habilidades técnicas y resolutivas, responsabilidad, rápida percepción de las situaciones, el respeto por el otro, la honestidad, su tendencia a la delegación, el cuidado, la generosidad en el reconocimiento del “nosotros”, etc. Pues todos estos factores sumados forman una estructura personal que habilitan a algunas personas como líderes.