El abuso sexual en la infancia es un fenómeno considerado como invisible porque se supone que la infancia es feliz, que la familia es protectora y que el sexo, es decir, la actividad sexual no existe en esta fase de la vida.
A pesar de ello, el abuso sexual infantil puede llegar a afectar a un gran número de la población, lo que supone un problema social importante y que afecta a uno y otro sexo (especialmente a niñas).
Los menores, no sólo son víctimas de agresiones sexuales, sino que también los podemos encontrar como agresores, casos que no son muy comunes pero que suelen presentarse en ciertas ocasiones.
En cuanto a las consecuencias de la victimización a corto plazo, son en general, devastadoras para el funcionamiento psicológico de la víctima, sobre todo cuando el agresor es un miembro de la misma familia y más cuando se ha producido una violación.
Considerando las consecuencias a largo plazo son más inciertas, si bien hay una correlación entre el abuso sexual sufrido en la infancia y la aparición de alteraciones emocionales o de comportamientos sexuales inadaptados en la vida adulta.
Hay que poner importante atención en aquellos casos en donde los niños que son abusados sexualmente se conviertan posteriormente ellos mismos en abusadores cuando llegan a ser adultos, problema que atañe no sólo a la propia familia en donde suceden dichos actos, sino que también es cuestión de que las autoridades tomen cartas en el asunto y comiencen a crear políticas públicas para prevenir este tipo de delitos y se logre que menos niños sufran daños irreparables.
No es fácil determinar la incidencia real de este problema en la población porque ocurre habitualmente en un entorno privado, es decir, en la familia y los menores pueden sentirse impotentes para revelar o denunciar el abuso.
Las víctimas suelen ser más frecuentemente mujeres que hombres, pero no significa que no se presente en ellos y se sitúan en una franja de edad entre los seis y los doce años, con una mayor proximidad a la pubertad.
Hay un mayor número de niñas en el abuso intrafamiliar (incesto), con una edad de inicio entre los siete u ocho años y un mayor número de niños en el abuso extrafamiliar (pederastia) con una edad de inicio entre los once y doce años de edad.
En la mayor parte de los casos el abuso sexual infantil suele ser cometido por familiares en los que incluimos padres, hermanos mayores, tíos, etc., o bien por personas relacionadas con la víctima que va desde profesores, entrenadores, monitores, etc. En uno y otro caso, no suelen darse conductas violentas, sin embargo, hay casos en los que observamos que los niños han sido víctimas de múltiples abusos físicos, muchos de ellos notorios y otros que no se llegan a ver a simple vista pero que tenemos que ponerles mucho cuidado porque pueden traer serias consecuencias a futuro y pueden llegar a causar la muerte del pequeño.
En los abusadores sexuales, es frecuente encontrar un problema de insatisfacción sexual, lo que los lleva a buscar esporádicas satisfacciones sexuales en los menores que tiene más a la mano y que menos se pueden resistir. En estos casos los agresores suelen mostrar distorsiones cognitivas para justificar sus actos ante ellos mismos y ante los demás si llegase a descubrirse, y se dicen a ellos mismos que la falta de resistencia que presenta el niño o la niña es porque supone un deseo de contacto o que para el agresor, esas conductas son una forma de cariño hacia el menor.