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Psicologia


Problemas surgidos tras la separación

 

Cada día son más las personas que consideran equivocado preservar un matrimonio con una mala relación y buscan la realización personal y la felicidad, pero que al mismo tiempo piensan que es preciso proteger y cuidar el desarrollo y el bienestar de los hijos. Muchos padres, conscientes de los malos tragos que conlleva el divorcio y de la cantidad de datos sobre la mayor tendencia de los hijos de padres divorciados a tener problemas psicológicos, se cuestionan la conveniencia de dividir a la familia. Algunos se preguntan si no sería mejor olvidarse de sus deseos personales y seguir con su matrimonio, por lo menos hasta que los hijos se vayan de casa.

 En la actualidad, esta noción de que las parejas mal avenidas o desgraciadas deben continuar unidas por el bien de los hijos está dando paso al nuevo concepto de que los matrimonios sin esperanza de arreglo, deberían terminarse para salvar entre otras cosas el bienestar de sus propios hijos. Pues se ha demostrado, que seguir juntos por el bien de los hijos no funciona con una pareja en constante conflicto, ya que hace sufrir tanto a los adultos que la integran como a sus hijos. Por el contrario, una ruptura que permite hacer a los padres más felices acabará beneficiando a los niños. 

La madre divorciada a menudo debe afrontar su soledad. La mayor responsabilidad del cuidado de sus hijos limita el desarrollo de su vida social fuera de la familia; además, desaparecen muchos de los viejos amigos, por lo que necesitan un tiempo para buscar nuevas amistades. Para el padre, al convertirse en muchos casos en el progenitor que perdió la custodia, los problemas son diferentes. Estos van desde no saber qué hacer con los hijos en los días de visita hasta las preocupaciones profundas sobre las consecuencias emocionales de la separación en sus hijos. Algunos temen que sus hijos le abandonen.

El período inmediato a la separación se conoce como la etapa aguda y se caracteriza por la agitación máxima y dura unos dos años. Después, la familia entra en una segunda fase de transición caracterizada por cambios más controlados. La tercera y última fase es la post-divorcio, a la que se llega cuando cesan los principales movimientos familiares de reestructuración y, a veces, después de un nuevo matrimonio. La etapa aguda abarca desde el momento en que se decide y acepta el divorcio hasta unos dos años después de que ocurrió la separación real.

Los hijos en este período tienen que enfrentarse a la conducta nueva y alterada de sus progenitores; ya que, éstos suelen sufrir depresión, irritabilidad y preocupación por los afectos personales, lo que influye en la menor capacidad para la educación y responsabilidad de sus hijos. Por otra parte, los padres tienen miedo de ser rechazados por sus hijos. Se ha visto que el primer año después del divorcio es el período donde se da la mayor incidencia de conducta negativa en los hijos y el más inadecuado comportamiento parental. En esta fase, hay dos hechos que son los más estresantes para los hijos: conocer el divorcio y aceptar la separación real de un padre.

En la gran mayoría de los casos, la custodia de los hijos se concede a la madre y, a veces, ella no está preparada para sus nuevas responsabilidades, en gran parte debido al estrés emocional ocasionado por el divorcio. La economía familiar puede resentirse y ocasiona una pérdida del nivel de vida de la familia, obligando a muchas madres a buscar un nuevo empleo fuera del hogar, lo que ocasiona un ajuste en el cuidado de los niños durante la mayor parte del día. 

También, como consecuencia del divorcio, la familia se reubica. Pudiendo la madre ir a vivir con sus padres como una medida de ahorro, requerir a los abuelos para que cuiden de sus nietos u obtener apoyo emocional. Al cambiar de residencia, el niño abandona a sus amigos y su escuela, lo cual puede traducirse en problemas de adaptación al nuevo entorno. Los hijos pueden estar expuestos a las nuevas conductas de los padres, como disminución de la capacidad de crianza y cuidado debido a una depresión abrumadora o ira. Por otra parte, los hijos también canalizan sus sentimientos de ira a la madre.

En la segunda fase o de transición surgen nuevas situaciones en el hogar, ahora atendido por un solo progenitor. Después del primer período de grandes cambios, aparece un cierto equilibrio y, en numerosas situaciones, la ruptura trae una ocasión de crecimiento personal. Puede haber una mayor disponibilidad física o síquica de uno de los padres o de ambos. La ausencia de discusiones y el respeto mutuo es un bello regalo para los niños. Los hijos participan más en las decisiones. Pero, por otro lado, deben adaptarse a una nueva relación con cada uno de sus padres y, a menudo, a las nuevas parejas de los mismos.

Durante esta etapa, los hijos suelen preocuparse por el bienestar del padre no custodio y de su relación con él o ella, en particular si ha ocurrido un nuevo matrimonio. También, pueden modificarse los patrones laborales de la madre y los cuidados de ésta con respecto a los hijos.

En la tercera fase o de post-divorcio suele alcanzarse la estabilidad relativa.  La familia puede ser sostenida por un progenitor o puede intervenir ya un padrastro o madrastra. Este nuevo estado no confiere estabilidad automática al hogar, sino que exige nuevos ajustes. 

Habitualmente, los meses o semanas que preceden a la separación son momentos difíciles para los miembros de la familia. Los períodos de enfrentamiento, de evitarse o de silencio son muy frecuentes y se necesita mucha fuerza por parte delos adultos para continuar con sus tareas habituales en el ámbito de la familia y en su trabajo. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los niños temen el divorcio y esto crea ansiedad en ellos. Cuando el niño oye por primera vez hablar de la separación, se sorprende, se entristece, puede enfadarse o sentirse desamparado. ¿Cuándo informar al niño?

El mejor momento para informar al niño de la decisión de separarse, es cuando esta decisión es definitiva. Uno de los cónyuges puede resistirse a esta idea, la rechaza y puede esperar que el divorcio no tenga lugar, pero sí de hecho uno de los cónyuges tiene que abandonar la casa, él mismo debe informar al niño y ayudarle a prepararse. ¿Se debe decir la verdad al niño? Los niños son más fuertes y se sorprenden menos de lo que los padres piensan, cuando se les anuncia la separación. Es bueno dar una explicación general, evitando la censura y los reproches entre los cónyuges.  Si se prefiere no decir que se ha tomado la iniciativa de la separación, es muy probable que ellos mismos descifren lo que no se dice.

 

 

 

 


Álvaro Rojo