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Psicologia


Prevalencia y clínica de la depresión infantil

La prevalencia tanto para el trastorno depresivo mayor como para el trastorno distímico aumenta de forma sustancial respecto a la edad de los niños, es decir, a medida que crecen y entran en la adolescencia aumenta el número de diagnósticos de ambos trastornos. Según la edad de los niños, existen unos indicadores que nos muestran que ese infante puede estar sufriendo síntomas depresivos. Cuando se trata de un bebé lactante o un niño entre los 24 y los 30 meses de edad puede observarse que se trate de bebés con tendencia a llorar mucho durante el primer mes que tiendan a perder peso y detenerse en la consecución de los hitos del desarrollo. A medida que entran en el tercer mes se observa que rechazan relacionarse, se encuentran pasivos e inexpresivos. Tienden a aislarse y a quedar sumidos en cierto letargo hasta el extremo de rechazar el alimento. Esta problemática suele ser debida a un problema en el establecimiento de un vínculo seguro con la madre o persona de referencia y puede ser una de las consecuencias que sufren algunos de los bebés institucionalizados en condiciones inadecuadas con poca estimulación y poco contacto con un adulto. En el período preescolar, lo más frecuente es que los síntomas del niño se manifiesten mediante problemas conductuales en los que el niño tiene rabietas, se muestra irritable y con carácter oposicionista. También destaca la inquietud psicomotriz en las que puede haber conductas agresivas y un cambio constante y caótico en los afectos y el estado de ánimo. Además, mostraría una perturbación a la hora de establecer relaciones sociales con los iguales, pueden tener dificultades en el juego para respetar las normas. También podrían aparecer síntomas somáticos, como por ejemplo, dolor abdominal, enuresis, encopresis, problemas de sueño o alteraciones en la alimentación.

 

Durante las edades comprendidas entre los 6 y los 11 años aproximadamente, período denominado de latencia, los niños irán expresando de forma más detallada su malestar depresivo, podrán explicar que les invaden sentimientos de minusvalía, auto-desprecio y/o culpa. En los más mayores puede aparecer ideación de muerte debido a que ya poseen la capacidad de pensar de forma abstracta, este tipo de ideaciones deben tenerse en cuenta ya que al mismo tiempo pueden iniciarse las de orden suicida y, durante la etapa adolescente es importante analizar de forma exhaustiva qué tipos de pensamientos e ideas relacionadas con este tema pueden desarrollar los niños. En esta etapa de la niñez y pre-adolescencia también realizan comportamientos de lucha contra la depresión que se manifiestan mediante alteraciones en la conducta,  como pueden ser la agresividad o el oposicionismo. Por último, y como en etapas anteriores del desarrollo pueden aparecer síntomas físicos y a esto se añade que, muy probablemente, exista fracaso escolar. La adolescencia es una etapa del desarrollo difícil para esta patología, los adolescentes ya tienen la capacidad de expresar su malestar al igual que haría un adulto. Sin embargo, durante este período y relacionado con el estrés madurativo al que están sometidos, los adolescentes tendrán que lidiar con rápidos cambios psicológicos, hormonales, el desarrollo de su identidad como individuo y dentro de un grupo y elaborar el duelo de dejar atrás la niñez. Además, puede ser secundaria a circunstancias externas ya que en esta época son más frecuentes las pérdidas de seres queridos, separaciones, etc. A todo ello, se puede añadir que en ocasiones, los adolescentes pueden expresar sus síntomas depresivos mediante alteraciones de la conducta con fugas, conductas agresivas o consumo de drogas, estas conductas tan solo serían el reflejo externo del problema enmascarado de la depresión.

 

 

 

 

 


Álvaro Rojo