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Navidad, Psicologia


Consumismo y Navidad

Una sociedad de consumo, o sociedad de consumo de masas, es un término utilizado en economía y sociología, para designar al tipo de sociedad que se corresponde con una etapa avanzada de desarrollo industrial capitalista y que se caracteriza por el consumo masivo de bienes y servicios, disponibles gracias a la producción masiva de los mismos.
El concepto de sociedad de consumo está ligado al de economía de mercado y, por ende, al concepto de capitalismo, entendiendo por economía de mercado aquella que encuentra el equilibrio entre oferta y demanda a través de la libre circulación de capitales, productos y personas, sin intervención estatal.

Por otra parte, a las personas les gusta diferenciarse y con la aparición de las nuevas tecnologías, esto ya es posible. Los sujetos cada vez están menos dispuestos a consumir productos estándares. Esto supone la aparición de la planificación de la obsolescencia programada; donde los productos no quedan obsoletos porque pierdan su valor funcional, sino porque dejan de ser atractivos.

Nos encontramos, por consiguiente, en una etapa caracterizada por un mercado muy fragmentado y variable, donde no todo el mundo quiere consumir el mismo producto o diseño. Esto conlleva la inestabilidad en los volúmenes de producción más limitados, la constante entrada de productos nuevos y, la influencia de círculos sociales o estatales en la demanda como grupos de ecologistas, asociaciones de consumidores…etc. La demanda es ahora, más que nunca, de carácter social porque las personas se identifican entonces de acuerdo a su capacidad de consumir y nos convertimos en objetos del sistema. 

Consumir  está bien. Pero, consumir desmedidamente, no tanto. El consumismo es un término que se utiliza para describir los efectos de igualar la felicidad personal a la compra de bienes y servicios o al consumo en general.
Es esa necesidad que tienen algunos de cambiar constantemente sus teléfonos móviles, por miedo a perder status social, a ser menos que sus pares. Es lo que obliga a miles de personas a hacer filas frente a las tiendas para comprar, por ejemplo, un teléfono móvil de última generación. Es esa obcecación, esa compulsión, que nos obliga a comprar algo antes de preguntarnos si realmente lo necesitamos. 

Muchos atribuyen esa necesidad de consumir a la falta de identidad, propósito y realización personal de la humanidad actual. Al tener la vida más fácil que nuestros antepasados, las sociedades ricas pierden su propósito. Y aquellos individuos que no encuentran su lugar en la vida, tratan de comprarlo.

 El consumismo, comprar por comprar, también es un mandato social, empeorado por lo que las corporaciones nos han hecho creer. Porque, en definitiva, ¿no son las personas con el último teléfono móvil, que siguen ciegamente las modas, que tienen el mejor coche del mercado, las que gozan de mejor status social?

Consumir, tener tal o cual cosa, no solo habla de nuestros gustos, sino deja en claro que tenemos el dinero suficiente como para obtener todos los productos que la publicidad nos vende. Y el dinero, es poder, es status. Pero el dinero sin bienes que lo acrediten es algo intangible. La demostración de status pasa entonces por tener cosas que hablen de cuánto dinero tenemos.

 

 


Álvaro Rojo