Se trabaja en la motivación y contra el aburrimiento y la monotonía. El tratamiento resulta prolongado y se debe asumir que el cambio de estilo de vida quizá sea para siempre. Refuerza la autoestima y la valoración de la propia de la propia imagen, que suele estar bastante deteriorada. La importancia de la intervención psicológica o psiquiátrica dependerá de la relevancia de estos factores en el mantenimiento de la obesidad. Si la persona lo que hace es reaccionar con una mayor ingesta ante situaciones de estrés, aburrimiento, conflictos, depresión o ansiedad, la intervención será psicofarmacológica y psicoterapéutica; también se usará dicho tratamiento cuando la propia obesidad ha repercutido en la valoración de sí mismo, en las relaciones sociales, perspectivas de futuro, afrontamiento de los problemas o en su forma es estar en el mundo.
Puede precisar acción individual o participación en grupos. Los grupos de autoayuda de comedores compulsivos dan a veces resultados paradójicos, puesto que quitarse el sentimiento de culpabilidad no actúa como motor de control ni de cambio, sino de permisividad que justifica el abandono y la indolencia.
Se ha comprobado que la baja autoestima, la ansiedad y la depresión del obeso, resultan ser más una consecuencia de su propia gordura, que una causa de ella. Cuando el peso se mejora, se permite una vida social más rica y relaciones sexuales más gratificantes, lo que suele actuar como un poderoso refuerzo positivo. Es aconsejable terapia cognitiva y conductual y, si existen problemas de interacción, terapia interpersonal.