- Cualquier médico, y sobre si su especialidad está relacionada con el tema de la alimentación, afirman que no es prudente perder peso de manera rápida.
Desde el punto de vista psicológico, tampoco es prudente de forma brusca. Todas las personas tenemos de nosotros mismos una imagen interna, formada entre otras cosas, por nuestro aspecto exterior, por la forma en que el resto de personas reaccionan ante nuestro físico, por la agilidad, la fuerza y los hábitos motrices que tenemos.
Pues bien esta autoimagen no puede cambiar de forma brusca, ya que de la contrario puede causar algo así como una extrañeza psicológica, una falta de reconocimiento de uno mismo, o “un despiste psicológico” por llamarlo de alguna manera, que provocará tan solo una especie de “falta de orientación” en las personas sanas, como por ejemplo, cuando cerramos los ojos y damos vueltas rápidamente sobre nosotros mismos, pero que en personas de escasa estabilidad psicológica puede precipitar psicopatologías preexistentes, pero que no tenían suficiente fuerza como para desbaratar la conducta y la estabilidad interna de la persona.
Además la mayoría de nuestros mecanismos psicológicos, es decir, aquellos que controlan nuestro comportamiento, necesitan de cierta estabilidad, por lo que, en caso de alterarse más de lo normal alguno de sus parámetros, en este caso el esquema corporal, tienden a buscar su restablecimiento. Por decirlo de otra manera, nuestros mecanismos van a tender a recuperar el esquema corporal que ya existe, el conocido, de manera que puedan seguir funcionando de la forma más rápida y fácil posible. Su tendencia, pues, será la de provocar la perjudicial pero conocida obesidad.
Si le damos, no solo a nuestro cuerpo sino también a nuestro cerebro, el tiempo suficiente como para adaptarse a una realidad nueva, se mantendrá en la misma de forma más cómoda, segura y permanente.