La experiencia de infertilidad es más estresante para las mujeres que para los hombres. Al mismo tiempo, se observa el peso que tiene el diagnóstico respecto al nivel de estrés detectado en hombres y mujeres. Los estudios señalan que tanto hombres como mujeres perciben la infertilidad más estresante cuando se trata de un factor masculino. Probablemente, en estos casos se combinan varios factores: la infertilidad masculina tiene una connotación social más estigmatizadora que afecta la autoestima del varón y a la vez, debido a su socialización, existe una mayor dificultad para expresar las emociones negativas que el diagnóstico produce. Por su parte, la mujer reacciona con una actitud protectora hacia su pareja, lo cual dificulta también en ella la expresión de sus emociones.
Clínicamente se puede observar que la respuesta de un miembro de la pareja influencia la respuesta emocional del otro. Por ejemplo, el desborde emocional de la mujer puede incentivar una reacción evitativa del hombre, la cual, a su vez, estimula una emocionalidad más intensa en la mujer al no encontrar sintonía afectiva con su pareja. Esto inhibe aún más la expresión de emociones en el hombre, revelándose un efecto circular sistémico en cuanto a los estilos de enfrentamiento del estrés en ambos.
Si bien no se puede afirmar que los conflictos psicológicos o los problemas emocionales produzcan infertilidad, existen diversas formas de reaccionar a esta condición basada en el énfasis de una u otra forma personal de enfrentamiento del estrés, el cual se desarrolla a partir de las experiencias vitales del sujeto y sus características de personalidad. El resultado es prevenir que las emociones negativas sostenidas en el tiempo desencadenen una depresión u otro trastorno psicológico y eventualmente contribuir a una mejor respuesta al tratamiento.
No hay trabajos experimentalmente válidos que demuestren que el stress sea una causa de esterilidad por si mismo. Sin embargo, sí es un factor asociado en determinadas situaciones, por ejemplo, en la anorexia nerviosa en la que se produce anovulación o, si es suficientemente severo, puede ayudar a una reducción en la frecuencia de las relaciones sexuales.
Generalmente, tanto el diagnóstico como el tratamiento, afectan de forma crítica cada una de las facetas de la vida de estas parejas. De forma paradójica, las parejas estériles se someten a un régimen médico estresante de visitas continuas, toma de temperatura diaria, medicaciones, intervenciones quirúrgicas y relaciones sexuales programadas. Debido a la presión de los tratamientos, son capaces de retrasar vacaciones, de no hacer cambios en su profesión, de viajar en busca de soluciones, de renunciar a su vida social, y, en definitiva, de dejar de hacer su vida habitual.
La esterilidad supone una carga en la calidad de vida de estas parejas, afectando de alguna manera su estado emocional, social, físico, ocupacional, e incluso, intelectual.
Existe suficiente sustento a la necesidad de incorporar actividades de educación, consejería y apoyo psicológico en los programas de infertilidad y alguna claridad respecto al tipo de actividades a desarrollar. Una línea de investigación muy interesante en el presente apunta a demostrar que el apoyo psicológico contribuye efectivamente, no solo al bienestar psicológico de los pacientes sino a lograr mejores respuestas a los tratamientos.