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Psicologia


Síndrome del emperador

 

El síndrome de los “niños tiranos” o también llamado del “emperador” es un síndrome que se debe a las carencias de tipo educativo y hasta cuestiones genéticas. La falta de límites hace que los niños se sientan "reyes". Se sienten dioses, dueños del mundo y especialmente de sus padres, a quienes pueden controlar y mantener a su disposición con sus constantes gritos y caprichos.

El elemento esencial de estos chicos es la ausencia de conciencia, porque no tienen sentimiento de vinculación moral o emocional, ni con sus padres ni con otras personas. En definitiva, la lucha de los chicos que padecen el síndrome del emperador es contra la ley, es decir, la autoridad que estimula su desarrollo en el contexto de una sociedad. Cuando los padres no pueden transmitirles la ley a sus hijos hay una ausencia de límites. Este error influye en la personalidad de estos niños.

Últimamente estamos asistiendo a un problema que está en constante aumento, que es grave y es necesario analizar y explicar para poder controlar. Este problema es el maltrato psicológico y/o físico de los menores hacía su familia.

El perfil de este pequeño tirano, suele ser el de un varón de unos 9-17 años, normalmente hijo único, y de clase media alta. Su principio filosófico es primero yo y luego yo. Piensa que todos giran a su alrededor, que ve a los padres como cajeros automáticos, y a los profesores como alguien a quien pagan sus padres. Un niño al que no se le ha dicho "no", no se le ha responsabilizado, no se le ha mostrado lo que piensa o siente el otro (empatía).

 

Muestra un comportamiento agresivo, bien sea verbal o físico, y/o conductas desafiantes o provocadoras de ira en los padres y de no cumplimiento de las normas y de los límites impuestos. No han desarrollado las emociones morales como el sacrificio, la compasión, la empatía o la piedad, y por tanto no tienen sentimiento de culpa. Buscan poder hacer lo que quieren. 

La falta de límites es lo que hace que los niños se sientan reyes. Se sienten dioses, dueños del mundo y especialmente de sus padres, a quienes pueden controlar y mantener a su disposición con sus constantes gritos y caprichos.

Los adultos tenemos que aprender a decir "no", muchas veces no lo hacemos porque tememos que nuestros niños se frustren... El peligro en estas edades es cuando no sabemos imponerles límites, siempre que los límites no sean autoritarios, sino razonables, con ellos les haremos comprender que son importantes para una mejor convivencia.

Hay que estar atentos a que los pequeños comprendan que vivir en una sociedad supone respetar normas de convivencia, lo mejor es enseñarles a actuar según el ejemplo de que si les respetamos como personas, conseguiremos que respeten a los demás y a ayudar desde el principio.

En el ámbito del hogar todos tenemos derechos y deberes, el niño incluido aunque les enseñemos no es correcto hacer todo por y para ellos.

En definitiva: exigir obligaciones desde corta edad, marcar las fronteras de lo inadmisible e innegociable, inducir a la resolución de conflictos, al pensamiento alternativo, sensibilizar, mostrar que otros niños sufren, dar correcto ejemplo, hacer saber al niño que es uno más, importante, pero uno más.

 

 


Álvaro Rojo