La sal es un condimento muy utilizado en cocina. Proporciona un sabor básico de nuestras papilas gustativas como es el sabor salado. Además se utiliza como conservante de muchos alimentos, en forma de salazón o encurtidos, desde hace siglos.

No, la sal no engorda, no tiene valor calórico, no nos proporciona energía. La sal de mesa tal como la conocemos aporta mayoritariamente minerales: Magnesio (290mg/100g), sodio (38mg/100g), calcio (29mg/100g), Hierro (0,2mg/100g);  No aporta ningún macronutriente (Hidratos de carbono, Proteínas y lípidos), ni tampoco  vitaminas.

Esta alta concentración de minerales es la que le proporciona los efectos secundarios de la sal:

Se ha demostrado que la sal aumenta significativamente la presión arterial y esto es un importante factor de riesgo para la enfermedad renal y cardiovascular.

 Además la sal se intenta reducir en las pautas dietéticas porque su elevado contenido en minerales favorece la retención de líquidos. El aumento de liquido es el causante de una elevación de la presión arterial, sobresfuerzo del corazón, los riñones e hígado y responsable del acumulo de algunos kilillos de mas.

En la actualidad el consumo de sal en la dieta es superior al recomendado (menor a 6 g sal/día) en algunos casos incluso se duplica ya que hay que tener en cuanta que los alimentos en si mismos ya tienen sal y además solemos añadir mas en el proceso de cocinado o aderezo. Los alimentos con los que tenemos que estar más alerta son los embutidos, salazones, conservas, frutos secos, alimentos precocinados. A pesar de esto la mayoría de la sal de nuestra dieta proviene de la usada como condimento por los que recomendamos cocinar sin sal y utilizar otros aderezos para dar sabor a la comida, como por ejemplo: Limón, pimienta, ajo, comino, Hinojo, menta, perejil, romero, nuez moscada, orégano, cilantro, pimentón. Así nos ahorraremos gran parte de la sal que comemos y le daremos un toque diferente a nuestros platos sin perder  el gusto por el buen sabor.