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Psicologia


Disciplina entre padres e hijos

 

Según el diccionario la disciplina es la doctrina, enseñanza o educación de una persona, especialmente en lo moral.

De esta definición, lo realmente fundamental es la frase que engloba la educación de una persona. Queda como tema secundario, el aprendizaje de las normas de conducta sobre lo que está socialmente aceptado como bueno o malo.

 Es evidente que no podemos separar un aspecto global de la educación de uno de parcial, referido únicamente a las normas. O si. Si damos por sentado, que la educación del niño, que es como empieza la persona, es correcta, nos podremos detener en los aspectos más normativos del comportamiento cotidiano. Y a partir de ahí podremos hablar de los premios y de los castigos.

Supongamos pues, que un niño ha tenido, y tiene, una educación correcta. No tiene problemas de tipo material (vivienda confortable, alimento, higiene, etc.) ni tampoco de tipo psicológico (familia estable, atenciones afectuosas abundantes, en un ambiente con un grado de tolerancia y aceptación deseables, una autoridad firme, relaciones sociales, escuela etc.).

En el largo camino de su maduración, es educado para hacerle independiente, recibe los estímulos adecuados, sabe tolerar las frustraciones, no es objeto de sobreprotecciones ni sobresatisfacciones, el ejemplo de sus padres se corresponde con los valores que propugnan, potencian su autoestima, etc.

En este caso, la educación de la disciplina, de entrada, irá ligada al valor que dicho concepto tenga para sus padres. En principio, de padres disciplinados, hijos disciplinados.  Si la identificación ha funcionado correctamente y el niño no tiene ningún trastorno psicopatológico, no debe haber ningún tipo de problema. Ningún tipo de problema grave.

 

 

Que un niño haga una travesura, diga una mentira o hurte cien pesetas para comprar chuches, no será ningún problema. En el paraíso educativo, sería suavemente corregido con una amonestación y se habrá acabado el problema.

Los problemas, serán cuantiosos, si las carencias también lo son. Ahora y aquí no vamos a hablar de ello, porque no es el tema que nos toca desarrollar, por lo que apuntaremos, como un niño va integrando las normas en el transcurso de su maduración, y qué pensamos sobre los premios y los castigos, en los niños y los adolescentes, sin problemas psicopatológicos importantes. 

Durante los dos primeros años de vida, no hay problemas, porque la autoridad y educación paterna protegen y dirigen al niño de forma automática, sin pedirle consejo ni preguntarle qué es lo que el rey de la casa desea. Hay que hacer que dure.

El enfrentamiento empieza entre los dos y los cuatro años, cuando el niño sabe, emplea y abusa del no. Es la época del delicioso período de oposición, en el que el pequeño está deseando ser obligado a hacer cualquier cosa, para oponerse con todas sus ganas.

No nos vamos a extender comentando este momento evolutivo, pero las madres de los opositores de turno deberían tener un buen asesoramiento psicopedagógico, para no hacerles el juego. Porque aquí pueden nacer muchos problemas de disciplina, que se pueden cronificar si no se interviene a tiempo.

El niño crece, y si todo marcha bien, supera esta primera fase de afirmación de su Yo, para entrar en la tercera infancia en la que a la calma interna se une la curiosidad externa. Es un período de numerosos aprendizajes y grandes descubrimientos.

La relación con los padres es muy sana, y entre los cinco y los siete años, se ha terminado la fase infantil anterior. Son capaces de diferenciar las actitudes de juego con las de trabajo, (que conllevan ya la aceptación de una disciplina).


Álvaro Rojo